Habla con un acento que deja entrever un cóctel de experiencias multinacionales que, aclara antes de nada, «han valido la pena». En menos de 35 años ha vivido en España, Japón y Alemania -por partida doble, en Dresden y Stuttgart-, lugares que figurarán en su currículum como parte imprescindible de quien es hoy: un científico tan joven como prometedor. Lo dice la MIT Technology Review, que le nombró en 2014, Mejor Innovador menor de 35 años por su trabajo en un campo que madura con él: la nanorrobótica.
Se llama Samuel Sánchez, ya atesora una ERC Starting Grant y ahora vuelve a casa nombrado investigador ICREA y como líder de un grupo de investigación en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC). Sánchez promete «una transición lenta» con el que ha sido su laboratorio en la última etapa -ni más ni menos que en el Instituto Max Planck for Intelligent Systems. «Lo importante es que no se note que me he mudado», explica en una visita a Barcelona -ciudad en la que recalará una vez al mes hasta verano-.
«Todo va muy rápido en este campo: el primer paper sobre nanomotores se publicó en 2004 y ahora ya podemos limpiar aguas contaminantes y meterlo en el cuerpo humano», argumenta, convencido de que un mínimo parón en la investigación podría suponer un duro golpe para el progreso por el que lleva años luchando con optimismo.
Los nanorrobots -una palabra «más sexy» que nanomotor, según el catalán- tienen el tamaño de las bacterias y podrían llevar a cabo algunas misiones esperanzadoras como el suministro de fármacos en el lugar concreto de la dolencia. Pero Sánchez, cuya primera motivación fue combatir el cáncer, piensa en los últimos tiempos en otras metas como la posibilidad de limpiar aguas contaminadas con estos mecanismos. «No dejo el sueño de la biomedicina, simplemente a lo mejor no lo consigo yo y, si es así, no pasará nada: ahora me centro en algo más realista».
El químico -doctorado por la UAB- sabe que desde el IBEC se piden soluciones patentables con aplicaciones en el mercado, pero no olvida que es un centro de bioingeniería. «Igual la limpieza de superficies que hasta ahora no eran accesibles por espacio o por falta de fuerza impulsora puede ser un link para lo bio», aventura.
Porque ese sueño inicial no se olvida, aunque Sánchez, quien no puede asegurar nada sobre los tiempos en los que estas soluciones llegarán a mejorar realmente la vida de los pacientes o la salubridad del agua, se confiesa: «Las expectativas me dan miedo». «Aquí se me pide que sea el centro… ¡A mi edad!», exclama. Pero lo asume con naturalidad. «Trabajaré para que esto sea real». De momento, traerá cuatro estudiantes del Max Planck y estudia ya la contratación de otros científicos para que lo acompañen en su regreso en el que pide «lo mínimo para hacer una investigación digna». Eso, y energía contra el pesimismo que domina algunos grupos.
Lo que tiene también claro el químico es que la colaboración hará seguramente avanzar más rápido la investigación hacia su objetivo final de «entender la naturaleza para poder ayudar». Por ello, se plantea la posibilidad de unirse a un pionero en la materia -Ayusman Sen- y juntar a los dos mejores PhD en el sector -donde también destaca su referente: Joe Wang- para buscar el bien común: dar con el combustible que propulse estos nanomotores, que hasta ahora se han probado in vitro movidos por peróxido -tóxico para el cuerpo humano ya que mata todas las células en menos de media hora. También han probado con la glucosa, no dañina, pero tampoco efectiva.
Las noticias prometedoras llegan de grupos que trabajan haciendo mover los nanorrobots con campos magnéticos, pero además Sánchez ya se encuentra investigando dos nuevos posibles combustibles. «Lo que queremos es sacar un muy buen trabajo para tirar la ciencia adelante».
Fuente: El Mundo